La historia de la humanidad se ha visto envuelta en un
ir y venir, un vaivén que hasta la actualidad no ha logrado serenarse, esto
debido a la inexorable evolución de las sociedades, cuestión que se ha dado
como consecuencia de la inquietante inconformidad del ser humano a quedarse
estático, y a la actitud reaccionaria
del hombre a conformarse con lo que está, o con lo que sabe y ya, es innegable
que nuestra especie ha venido recorriendo un largo camino; un camino que ha
sido de difícil transitar, y que ha generado infinidad de interrogantes para el
hombre, quien siempre ha estado profundamente comprometido en querer
encontrarle respuestas a las mismas, algunas de ellas han girado en torno al
mundo, su naturaleza y ese entorno por el cual se ve rodeado que le permite la
existencia, tal como lo hacían los filósofos Heráclito de Efeso y Parménides en
la era antigua; de igual manera ha enfocado su interés en su ser, queriendo
encontrar explicación a cuestiones como ¿quién soy? ¿de dónde vengo? y ¿cuál es
el propósito de mi vida?; como lo hizo en su momento Sócrates influenciado por
Platón. Es así como indudablemente, siempre ha querido ir más allá de su mera
existencia y constantemente esta en búsqueda de conocimiento.
Partiendo de allí, y para iniciar
el desarrollo de este artículo, se puede suponer que un conocimiento de algo, sin
referencia y ubicación en un estatuto epistemológico que le dé sentido y
proyección, queda huérfano y falsamente pudiese llamarse conocimiento. Por esta
razón, Martínez y Ríos (2006) establecen que el acto de conocer siempre ha sido
uno de los grandes tópicos de discusión y de preocupación más relevantes de la
filosofía de todos los tiempos, conocer además, implica enfrentarse a una serie
de dudas que probablemente conduzcan a otras dudas; como lo es el caso de, de
ser posible adquirir conocimiento, ¿qué tan confiable es ese conocimiento? O
tal vez si nos preguntamos, si lo que creemos que conocemos ¿representa
exactamente la realidad?, en otras palabras, ¿nos enfrentamos a un conocimiento
verdadero?
Aunque, no existe una
única definición de conocimiento
existen muchas perspectivas desde las que se puede considerar el conocimiento,
Fidias Arias (2004), lo define como un "proceso en el cual se relacionan
el sujeto que conoce, que percibe mediante sus sentidos, y el objeto conocido y
percibido".
En este sentido, el mismo suele
entenderse como: hechos o información adquiridos
por una persona a través de la experiencia o la educación, en otras palabras se refiere a la comprensión teórica o práctica de
un asunto referente a la realidad, es por ello que, indiscutiblemente el conocimiento y la
persona son elementos que se encuentran íntimamente relacionados. Cuando me
refiero a la educación, específicamente a la formal, es cuando se presenta lo
que yo bien pudiera definir como “el rollo” del asunto, y puedo decir que es un
rollo, porque allí debemos ajustarnos a ciertos parámetros que han sido
dispuestos para ese fin, educar. Dicho de otro modo, tenemos que planificar en
base a currículos, plantearnos los objetivos que queremos que el estudiante
logre en un determinado tiempo, desarrollar programas, actividades, entre otras
cosas, lo que nos lleva al fin último de todo el proceso, que es la evaluación
de los aprendizajes. Según Lafourcade (1984), citado por Cano (2008), la
evaluación es la etapa del proceso educacional que tiene por fin comprobar de
modo sistemático en qué medida se han logrado los resultados previstos en los
objetivos que se hubieren especificado con antelación.
Sin embargo, en algunos casos, quizá muchos, según mi criterio, en
el momento de la evaluación olvidamos factores que pueden ser considerados
imprescindibles, ya que al conocer estamos condicionados por factores físicos,
biológicos, psicológicos, neurológicos,
sociales que envuelven a la
persona, ya que en definitiva, como
el hombre es un ser social, biológicamente es imposible que éste
permanezca fuera de la sociedad; entonces el conocimiento, aprendizaje,
costumbres, hábitos, comportamientos o relaciones llevan al hombre a la
vida que se entiende como humana. Y aunque es un proceso individual, también lo es colectivo y una meta social, debido a que las personas se
interrelacionan, construyen, reconstruyen e influyen para procesar las diversas
formas de conocer.
Este
planteamiento debe llevar al docente a reflexionar sobre el sentido que se le
está dando a la evaluación, si se está haciendo solamente para cumplir con un
requisito administrativo, o nos estamos preocupando por entender la
individualidad de cada estudiante en su proceso, sin duda, hay que considerar que
la evaluación es algo necesario para el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Para ello, se debe profundizar más sobre el enfoque que le damos a la
evaluación, Rodríguez Gómez e Ibarra Saíz (2010) hacen una distinción entre la
evaluación tradicional y una evaluación alternativa. Entre los principales
rasgos de la evaluación tradicional destacan los siguientes: prevalece la
evaluación separada de la enseñanza y el aprendizaje, ausencia de criterios
para evaluar, poca variedad de métodos evaluativos, el poder y control de la
evaluación reside en el docente, y lo más importante radica en la fiabilidad y
validez de los instrumentos usados para evaluar. Por otra parte, especifican respecto
a la evaluación alternativa que el proceso de enseñanza-aprendizaje y la evaluación
están integrados como un todo sistémico, existen criterios de evaluación
consensuados y explícitos, se utiliza variedad de métodos de fuentes de
información, el poder es compartido entre docente y estudiantes, y la
fiabilidad y validez constituyen otro elemento más que tiene su importancia
dentro del proceso. Como sostienen Pérez Pueyo, Julián Clemente y López Pastor
(2009), este concepto “hace referencia a todas las técnicas y métodos de
evaluación que intentan superar la metodología tradicional de evaluación,
basada en la simple realización de pruebas y exámenes” (p. 32).
En base a los planteamientos anteriores, se puede reflexionar que el conocimiento no es absoluto, sino que es una posibilidad de indagar en la realidad, comprenderla, analizarla, interpretarla, describirla, dado que toda sociedad está compuesta por grupos heterogéneos que captan los fenómenos sociales de acuerdo al papel que desempeñan en los contextos culturales, cómo se desempeñan entre sí, de acuerdo a los hábitos, las ideas, creencias, y algunas funciones vitales, condicionándola de acuerdo a esquemas determinados, por lo tanto la realidad es captada por las características del observador, la forma como se socializa, las relaciones que establecen con sus pares, con las diversas organizaciones (barrio, escuela, institución) , los modelos sociales que cada uno de estos construye en el imaginario de las personas, en los grupos y la forma como estos influyen en el sujeto. En fin, las percepciones son producto de la posición en la que nos encontramos; que no es el reflejo exacto de la realidad, es la visión de una persona y/o de un colectivo, sobre un determinado fenómeno social, todo ello debe ser considerado al momento de la evaluación, es decir, ir más allá de si sabe o no sabe, deslastrarnos de la dicotomía y darle paso a la amplitud de alternativas de percepción e interpretación del conocimiento.
En base a los planteamientos anteriores, se puede reflexionar que el conocimiento no es absoluto, sino que es una posibilidad de indagar en la realidad, comprenderla, analizarla, interpretarla, describirla, dado que toda sociedad está compuesta por grupos heterogéneos que captan los fenómenos sociales de acuerdo al papel que desempeñan en los contextos culturales, cómo se desempeñan entre sí, de acuerdo a los hábitos, las ideas, creencias, y algunas funciones vitales, condicionándola de acuerdo a esquemas determinados, por lo tanto la realidad es captada por las características del observador, la forma como se socializa, las relaciones que establecen con sus pares, con las diversas organizaciones (barrio, escuela, institución) , los modelos sociales que cada uno de estos construye en el imaginario de las personas, en los grupos y la forma como estos influyen en el sujeto. En fin, las percepciones son producto de la posición en la que nos encontramos; que no es el reflejo exacto de la realidad, es la visión de una persona y/o de un colectivo, sobre un determinado fenómeno social, todo ello debe ser considerado al momento de la evaluación, es decir, ir más allá de si sabe o no sabe, deslastrarnos de la dicotomía y darle paso a la amplitud de alternativas de percepción e interpretación del conocimiento.
REFERENCIAS
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ARIAS, F. (2004). El proyecto de investigación:
Introducción a la metodología científica. EDITORIAL EPISTEME , CARACAS, VENEZUELA, 4ta.
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CANO,
Ma. E. (2008). La evaluación por competencias en la educación superior. Revista
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GONZÁLEZ,
F (2003). Historia de la filosofía. Ediciones Quinto Sol, Textos Universitarios.
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A. Y RIOS, F. (2006). Los Conceptos de Conocimiento, Epistemología y Paradigma,
como Base Diferencial en la Orientación Metodológica del Trabajo de Grado Cinta
moebio 25: 111-121
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PÉREZ
PUEYO, A., JULIÁN CLEMENTE, J. A., y LÓPEZ PASTOR, V. M. (2009). Evaluación
Formativa y Compartida en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). En
López Pastor, V. M. (Coord.), Evaluación Formativa y Compartida en el Espacio
Europeo de Educación Superior Propuestas, técnicas, instrumentos y experiencias.
España: Narcea.
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RODRÍGUEZ
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Programa de Formación y Asesoramiento.
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La
construcción del conocimiento en las ciencias sociales. [en línea]. [fecha de
consulta: 18 de enero de 2016] Disponible en: